Había una Flor, sola y alojada detrás de una
montaña,
con la única compañía de un
Árbol. Estaban juntos al frente de cada uno. Como la Flor, el Árbol era el único en su clase.
Árbol. Estaban juntos al frente de cada uno. Como la Flor, el Árbol era el único en su clase.
La Flor era hermosa e irrepetible. Con
pétalos perfectamente alineados a ella. Con el centro que no le faltaba ni una
parte de su polen.
Al contrario de la Flor, el Árbol tenía un
físico deteriorado. Con sus ramas débiles sin hojas que taparan esas heridas de
la edad.
Pero no nos dejemos llevar por el físico,
sino también lo interno de la Flor y el Árbol.
El Árbol era un joven a punto de empezar a
crecer. Era un niño,
feliz y sin conocer el mundo del más allá. Pero con sueños que viajaban el mundo más de una vez.
Al contrario de Árbol, la Flor era una
amargada de la vida y de sus sueños. Aunque era joven y bella, se cortaba los años y sueños con la amargura de ella.
Su relación era muy simple y sin corazón.
Solo se acompañan
en la soledad detrás de esa montaña.
Aunque la Flor veía la vida con sueños rotos, el Árbol no se dejaba caer las esperanzas de
algún día poder ver el mundo más allá de su imaginación.
Un día, el Árbol se dio cuenta que la Flor
no estaba igual. Su interior estaba reflejando en si exterior. El Árbol no
sabía qué hacer, nunca le había hablado a la Flor que de bella se estaba
convirtiendo en la fealdad de la muerte.
Así que el Árbol le empezó a hablar, pero la
Flor no lo cogió de buena manera. Todo lo que el Árbol le decía la Flor lo
cogía en el mal sentido de las humildes palabras del Árbol. La Flor no podía
creerle, ya que no podía confiar su alma en nadie. De momento, sorprendiendo a
la Flor, el Árbol le decía que su interior siempre ha sido lo más importante.
La Flor se quedo callada contemplando al Árbol.
Luego la Flor empezó a llorar, no quería
morir. No quería dejar de ser bella y que nadie pudiera llegar a donde estaba.
No quería que nadie tuviera su corazón para que no lo rompiera.
El Árbol comprendió a la Flor, eso es lo que
siempre ha querido. Quería esa relación con la Flor. Que hablaran y
compartieran sentimientos y sueños que algún día llegarían a tener.
Al escuchar esto, la Flor lloro y pidió
perdón por no haber sido bella desde su ser, como era el Árbol. El Árbol la
perdono y le dio las gracias. Teniendo confianza, la Flor le pregunto porque al
Árbol. Con una sonrisa el Árbol le dijo estas palabras: Gracias porque, aunque
estábamos en la soledad, me hiciste sentir único para ti y para mí.
Luego de unos días más, la Flor estaba por
morir. El Árbol le hablaba y trataba de hacer todo lo posible para que la Flor
se sintiera feliz. Aunque ellos dos sabían que ya era la hora de la Flor
partir. Con los últimos suspiros de la Flor, le dice al Árbol: Gracias, porque
de sentirme sola y creer que eso era felicidad, me cambiaste a tu pensar:
“Gracias porque, aunque estábamos en la soledad, me hiciste sentir único para
ti y para mí.”
El Árbol se quedó solo luego de la muerte de la Flor. Pero en la
soledad, recordó lo que la Flor le dijo y los recuerdos de los últimos días. En
su interior el Árbol sabía que alguien si había venido a ver a la Flor y tomar
todo lo que era ella: el Árbol.
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