Había
una
vez
una
abeja feliz.
Ella
zumbaba sin fin
y
ágil por cada flor.
Con
colores amarillos y negros cegadores
alegraba
el día y arropaba la noche.
De
su zumbido emanaba un gran ritmo risueño
del
cual se fusionaba con la luz y viento.
Que
abeja tan perfecta, hermosa y un corazón que transforma.
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